Duele la espalda, duele la carga…

Ya son muchos años dando masajes y es cierto que muchos clientes llegan por molestias debido a un dolor por posturas repetidas, mal dormir o un sobre-entrenamiento que lastima la musculatura. Sin embargo, la gran mayoría trae consigo emociones reprimidas que se alojan en la espalda que representa nuestra “mochila” allí donde vamos guardando lo que no decimos, lo que no drenamos y se convierte en una carga difícil de llevar.

Una emoción necesita salir de nuestro cuerpo para ser liberada. La emoción desencadena una serie de activaciones internas de neurotransmisores que nos impulsan a sentirla. Como por ejemplo el miedo que llega para protegernos y genera adrenalina que viene acompañada de tensión muscular,  presión arterial elevada, para poder resguardarnos del peligro. Pero qué pasa si me guardo ese miedo o peor aún qué pasa si ese miedo sólo está en mi mente? Pues que toda esa adrenalina y lo que ella representa queda registrada en nuestro cuerpo que por represión no liberó.

Es entonces cuando comienza el dolor de espalda, la tensión en el cuello, las migrañas y un sin fin de alarmas que enciende nuestro cuerpo para poder liberar las rabias, los miedos y las tristezas que fueron ignoradas pero que nuestro organismo no olvida y a través del dolor envía un mensaje claro de que hay que parar, drenar, asistir esa incomodidad y sobretodo aprender a gestionar los estados emocionales para evitar seguir cargando dramas que sólo pueden enfermarnos.

El masaje es un buen inicio para liberar todos esos bloqueos emocionales que no te permiten sentirte cómodo en tu propia piel, en tu propio cuerpo. El masaje da la posibilidad de recuperar el equilibrio y el ritmo natural de la vida.

Durante el masaje se puede producir una catarsis liberadora de cualquier emoción o pensamiento reprimido para eliminar el dolor en el cuerpo físico.

Es importante destacar que no todo dolor es causado por una emoción pero cuando se descarta cualquier lesión, cualquier alteración a nivel médico sería prudente revisar que tan llena va mi mochila emocional.

Anais Silva

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